23 septiembre, 2006

 

Gracias Roque

Mi buen amigo Roque, muchas de las entradas que veis en este blog, estan gracias a la inagotable fuente de archivos que tiene mi amigo Roque y que gentilmente me envía de vez en cuando, bueno últimamente me tiene las cuentas de correo colapsadas de email.

No obstante desde aqui le agradezco sus envíos ya que hacen que este blog sea cada vez mas grande y vosotros mostreis interés por él.

Por si quereis saber quien es, si buscais mas abajo lo vereis en el sillón de mi casa sentado con un ligero punto debido al Emilio Moro que nos trincamos esa noche. :-)

GRACIAS ROQUE

 

El Gerente

Cuentan que un gerente muy importante de una conocida multinacional informática tuvo una crisis cardiaca por culpa del trabajo. Fue dado de baja y enviado al campo con el objeto de recuperar las fuerzas y relajarse un poco.
Después de pasar dos días sin hacer nada, el hombre estaba ya harto de la vida bucólica y pastoril, y se aburría soberanamente. Así que decidió hablar con el granjero que le hospedaba y solicitarle alguna tarea sencillita para pasar el rato y ocupar el tiempo, a la vez que así hacia algo de ejercicio.
Al día siguiente se levantaron temprano, antes de que saliera el sol. El granjero, conocedor de la idiosincrasia de la gente de ciudad, y temiendo algún estropicio irreparable, resolvió asignarle tareas simples en las que no pudiera causar daño alguno (incluyéndole a él mismo).
-La tarea es muy sencilla. -dijo el granjero dándole una pala- Sólo tiene que recoger el estiércol que hay en el chiquero de los cerdos y repartirlo por el sembrado para abonarlo. Cuando termine venga a verme.
El granjero era propietario de más de doscientos cerdos, y el estiércol se acumulaba hasta la altura de la rodilla. Así que el hombre estimó que la faena le llevaría al gerente de 2 a 3 días. Cual fue su sorpresa, cuando al cabo de tres horas apareció el gerente, lleno de estiércol hasta las orejas, sonriente y con cara de satisfecho diciendo 'Ya he terminado.' Viendo que en efecto la tarea estaba terminada, y además con eficiencia el granjero decidió asignarle otra.
-Bien. Hay que sacrificar unos pollos que mañana tienen a recoger los de la carnicería. Basta con cortarles la cabeza. -dijo dándole un enorme cuchillo- Es un poco más complicado, pero seguro que puede hacerlo.

Había más de 1500 pollos para sacrificar, y supuso que el gerente no terminaría hasta bien entrada la noche. Incluso pensó en ayudarle más adelante cuando terminara de recoger la siembra. Apenas habían pasado un par de horas cuando el gerente se presentó ante él, con toda la ropa y la cara manchada de sangre, el cuchillo mellado, y sonriente como un niño el día de los Reyes Magos, diciendo de nuevo 'Ya he terminado.' El granjero no salía de su asombro. ¡Increíble! Él mismo, acostumbrado a la dura vida rural, no lo hubiera hecho mejor: los 1500 pollos estaban amontonados en un lado, y las 1500 cabezas en otro lado.
El granjero se rascó la cabeza pensativo. Llevó al gerente junto a un gran montón de patatas y le dijo:

-Muy bien. Ahora hay que separar las patatas. Las grandes a la derecha y las pequeñas a la izquierda.

Pensó el granjero que en menos de una hora vería otra vez al gerente pidiéndole más trabajo. Pero no fue así. Pasó la hora de comer, la hora de cenar, se hizo de noche, y el gerente no aparecía. Creyendo que algo le habría sucedido, el asustado granjero fue donde había dejado al gerente, y se lo encontró sentado delante del mismo montón de patatas, sin que hubiera separado ninguna.
-¿Le pasa algo? -preguntó extrañado.
El gerente se volvió con una patata en la mano y le contestó:
-Mire: repartir mierda y cortar cabezas es algo a lo que estoy muy acostumbrado... Pero, ¡esto de tomar decisiones...!

 

El sustituto

El señor y la señora, llevaban ya bastantes años de casados y no habían logrado tener familia. Suspiraban los dos por un hijo. A muchos doctores consultaron y recurrieron a todos los tratamientos, pero sin obtener resultado alguno.
Por fin un médico encuentra la causa del problema, el marido era estéril, no podía engendrar. -¿Qué debemos de hacer, doctor? -preguntaron ambos. -Algunas parejas, -dice el galeno-, recurren a la inseminación artificial, pero este es un procedimiento costoso y que suele fallar mucho.
Otras parejas utilizan algo mucho más sencillo y natural: buscan un padre substituto.
-¿Qué es un padre substituto? -preguntó la señora, a lo que el médico les explica.
-Es un hombre escogido con cuidado que hace por una sola vez las funciones del esposo, de modo que la mujer quede embarazada.
La señora vacila un poco, pero el marido dice al médico que por su parte no hay inconveniente, con tal de que su esposa vea realizada su ilusión de ser mamá. Y en efecto, pocos días después, por medio del doctor, se contrata a un joven y se hace la cita para el siguiente domingo por la mañana, estando ausente el marido de la casa, para que vaya a visitar a la señora y cumpla con su tarea.
Sucedió sin embargo que un fotógrafo de niños que había sido llamado a una casa cercana para retratar a un bebé se equivocó de domicilio y llegó al de la señora.
-Buenos días, -se presenta-, vengo por lo del niño.
-Sí, -dice ella con timidez-, pase usted.
Entra el fotógrafo, que la señora creía el padre substituto.
-¿Quiere tomar algo antes?
-No gracias, -responde el tipo-, el alcohol no es bueno en mi trabajo, lo que quisiera es comenzar cuanto antes.
Muy bien, -dice la dueña de la casa- ¿Le parece sí vamos al dormitorio?
-Puede ser ahí-, contesta el fotógrafo-, pero también me gustaría aquí en la sala, en el baño y en el jardín.
-¿Pues cuántos van a ser? -se alarma la señora.
-Ordinariamente son cinco o seis en cada sesión, responde el hombre, pero si la mamá coopera pueden ser más, ¡depende!
Y sacando del portafolio un álbum, le dice:
-Me gustaría que antes viera algo de lo que he hecho, tengo una técnica especial y única que ha gustado mucho a todas las señoras. Mire el retrato de este niño tan bonito. Lo hice en un parque público a plena luz del día. ¡Cómo se juntó gente a verme trabajar! Esa vez me ayudaron dos amigos porque la señora era muy exigente, con nada le podía yo dar gusto. Para colmo tuve que suspender el trabajo porque llegó una ardilla y comenzó a mordisquearme el equipo.
La señora, estupefacta, oía todo aquello.
-Ahora vea estos mellizos, -sigue presumiendo el fotógrafo- En esta ocasión si que me lucí, todo lo hice en menos de cinco minutos, llegué y ¡paf! ¡paf!, dos tomas y mire los gemelos que me salieron.
La señora estaba cada vez más asustada.
-Con este niño batallé un poco más, -sigue el fotógrafo-, -porque la mamá era muy nerviosa. Hasta que le dije 'Mire señora, Usted échese a un lado y déjeme a mi hacer todo el trabajo.
A estas alturas la mujer estaba al borde del soponcio (y del sillón).
-¿Pues bien señora a que hora quiere que empecemos? -pregunta el fotógrafo, guardando su álbum.
-A la hora que Usted diga, -responde temblorosa.
-Muy bien, -dice el fotógrafo, poniéndose de pie- Permítame nada más ir al coche a traer mi trípode.
-¿Trípode? -pregunta espantada la señora.
-Sí, -contesta el fotógrafo, -es que sabe usted, mi equipo es muy grande y necesito un trípode para apoyarlo, porque ni con las dos manos lo puedo sostener...
-¿Señora?... ¿Señora?... ¡Caray! ¿Qué le pasaría? ¡Se desmayó de pronto!

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